Huida y paisaje es un ejercicio de memoria. De una memoria ajena, heredada. Es aventura y es reflexión sobre el pasado y la historia. Y digo heredada porque pertenece a mi abuelo, Nicolás. Es un fragmento de la vida e historia de él, y de mi familia.

Nicolás Sánchez-Albornoz, un estudiante de la Universidad Complutense de Madrid y perteneciente al movimiento estudiantil FUE (Federación Universitaria Escolar), junto con otros más planearon y realizaron en 1947 una pintada en la fachada de la Universidad de Filosofía y Letras con el lema: “FUE, Viva la Universidad Libre” el cual les llevó a la cárcel. En 1948, después de algunos traslados llega a Cuelgamuros (actualmente conocido como El Valle de los Caídos), donde recibe su sentencia: el doble de tiempo del que pedían por cada uno de los estudiantes implicados en el incidente. Ahí mismo decide que él no pasará 6 años preso y que organiza junto a Manolo Lamana, gran amigo, la fuga. Tras viajar varios kilómetros llegan tarde a Barcelona y el contacto que les cruzaría por los Pirineos hasta Francia ya había partido, por lo que tienen que esperar 15 días a su regreso. Deciden continuar viajando hacia el norte y cruzar solos a pie los Pirineos, esperando encontrar en Francia auxilio y refugio. Después de romperse el pie y 3 días perdidos en la montaña, escondiéndose entre los árboles, caminando solo de noche, desorientados, consiguen llegar a Francia. La salvación estaba ahí.

En Huida y paisaje decido centrarme en el cruce de los Pirineos. En ese camino hacia la libertad. En ese viaje de exilio. Es éste el viaje que decido realizar yo también con el objetivo de hacer memoria, aunque mis circunstancias no sean las mismas. Hacer memoria, aunque mi recorrido no sea el mismo. Hacer memoria, aunque me es imposible. Fotografío mi viaje, lo que me rodea, y los diferentes paisajes según se asciende. Fotografío la vegetación que varía. Fotografío restos, vestigios, que encuentro a mi paso, como si hubieran formado parte del recorrido de mi abuelo. Al igual que hice yo, mi abuelo ya ha decidido rehacer ese cruce varias veces. En esas ocasiones por voluntad propia, claro está. Al revisar su archivo me di cuenta que él también ha fotografiado el viaje, su camino, y el paisaje. Por lo que decido disponer de ese archivo y buscar a través del camino visual de aquellas fotografías, contar las experiencias de estos viajes con el objetivo que me ayude a hacer memoria. También utilizo fotografías del reportaje de Carlos de Andrés para El País en 1988. Primera vez que tanto Nicolás como Manolo, rehacen su cruce. Por fin en libertad y democracia, después de cuarenta años.

Todo quedó ceñido a la frontera visual que represento. Intenté recordar sin haber vivido un relato que sin ser ajeno veo muy lejano. A pesar de ello, habiendo estado en el mismo sitio, siento que hay miles de kilómetros de distancia, con la sensación de que para los que huyeron el paisaje tuvo otro significado.


2019.



2016.






2004.




1988.

          Fotografías de Carlos de Andrés.